domingo, 30 de agosto de 2015

Temporada de ofertas!!!


Se termina agosto, arranca septiembre y cambia la temporada. Entonces me veo en la obligación de escribir sobre algo que a todas nos gusta (tanto como comer, dormir o los hombres): ir de compras. No importa si lo que se compra es ropa, esmaltes, zapatos, carteras, perfumes o incluso cosas para la casa. Pero la salida "de shopping" genera un estado de satisfacción, similar al que se siente cuando después de un día largo fuera de casa, llegas a tu baño y haces ese pis liberador.
Hay distintos tipos: las planeadas durante toda la semana o el mes para reventar la tarjeta que después no sabes como carajo vas a pagar; la espontánea porque viste algo que te queda DI-VI-NO o una oferta  que no podes dejar escapar;  esa compra impulsiva y despechada que hiciste cuando no estabas de humor porque te enteraste que tu chico te dejo por otra que es más joven, flaca y copada; o cuando te diste cuenta que comiste helado en exceso y tu pantalón preferido no te estaría quedando como antes.
En fin, hay compras para cada momento y estado de ánimo de la vida. Pero lo que es innegable es el placer irreemplazable que genera el momento en que salís del local o del shopping y el viento pega en tu cara y vos en postura de mujer exitosa salís con ambas manos llenas de bolsas de papel.
Este placer desmedido lleva a que muchas veces hagamos cosas impensadas. Como comprar el vestido rojo que vimos en la vidriera y que parece tener un cartel en la espalda que dice soy una bomba sexual. El problema de toda liquidación es que ese vestido rojo solo viene en talle 1 y vos sos 3. Pero eso no te detiene. Como es muy barato y hermoso lo compras igual porque estás segura que en la primavera, temporada de ensaladas, vas a adelgazar. Lo cierto es que nunca bajas el kilito que te tortura, por lo que el vestidito rojo no te va a cerrar en la puta vida y terminas con angustia y decepción regalándoselo a una amiga.
Esto sucede, nuevamente, cuando encontrás unos zapatos stilettos negros, clásicos. De esos que decís VOY A USAR TODA MI VIDA.  ¿Pero qué pasa?. Sos número 37. Todas somos 37. Es como si nuestros padres hubieran utilizado algún método fordista para hacernos porque toda una generación de mujeres calzamos 37.
Entonces entrás al local, buscas tus stilettos negro clásico en 37 y te dicen que no los tienen en tu número. ¡Pero momentito chica! porque en la vida no todo es malo. El muchacho que te atiende te dice que está el mismo en 36. Y comenzas a pensar: ¿lo llevo o no lo llevo?  
De repente aparece el enemigo disfrazado de vendedor copado que te dice:
- ¡Llevalos! Te quedan divinos. Además se estiran.
Y ahí estás mirando como te quedan los zapatos clásicos que el vendedor dice que se estiran y que vos crees que vas usar siempre pero que también no se van a estirar un carajo.
Entonces te entregas al placer desmedido que genera el pasar la tarjeta por el posnet y salís victoriosa con unos zapatos que te van apretar y que seguro te van a cagar una salida.
No importa. Muchas veces hacemos estas cosas que no tienen un por qué. Simplemente nos dan un satisfacción espontánea, el alivio inmediato que finaliza al salir del local y que se convierte en preocupación al mes siguiente en cuanto te llega el resumen de la tarjeta. Pero como siempre dice mi amiga: ¿quién nos quita lo bailado?

Semilla GALActica

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