Faltan seis días para celebrar mi natalicio. La ansiedad, mala, muy mala compañera, hace que llene mi cabeza de expectativas y deseos sobre posibles sorpresas para ese día.
Mientras tanto, no puedo dejar de pensar en como serian los días previos a mi aparición en este mundo. Cómo me esperarían, qué tipo de sensación experimentaría mi madre, como se comportaría papá y qué harían mis hermanas.
Lo cierto es que soy un escape de la naturaleza, la cantidad justa de fluido traspaso la grieta y de ahí en más yo, la existencia. Más o menos de esta forma me lo contaron mis padres, yo se lo conté a mi psicólogo (quien no pudo evitar soltar una risa) y básicamente a todo aquel que pregunta. No fui buscada, pero no me quejo. De ese error paternal salí, algo así como "error y luego existo".
Desde ese día 20/08/1988, mi destino ha sido no pasar desapercibida. Mis hermanas nacieron por parto natural, yo por cesárea, ellas heredaron una piel suave y pálida, la mía es áspera y morena, ellas se quedaron cerca del seno familiar, mientras que yo realice bastantes esfuerzos para irme lejos.
Según mis hermanas y padres, una enfermera, a la que pienso como regordeta y de mal humor, me llevo a la sala de espera para que me conozcan. Nadie se animo a agarrarme. Era horrible, claro recién nacida, roja tirando a morado, una perfecta combinación de colorado y negro, peludita y pequeña.Ya pasaron 26 años, 11 meses y algunos días desde ese primer contacto poco exitoso con el mundo.
Sin embargo, últimamente, he anhelado volver al útero materno, pero en un intento de autoconvencerme de que nada es tan grave, como siempre señala una amiga, me digo que "hay que salir de la zona de confort". Esto sería, algo así como no volver al útero. Primero porque biológicamente seria imposible y segundo porque no creo que mi madre este conforme con llevarme nuevamente en su vientre.
Desde los 25 empece a explorar e indagar mucho más todo, no es que camino sobre brazas de fuego ardiendo constantemente, pero trato de absorber todo tipo de experiencia que se me cruza. A pesar de esto, hay cosas que me preocupan. Estoy en el trance de no ser completamente vieja, pero tampoco tan joven. Sería una especie de miércoles de la edad, el gris, el medio.
Se supone que hay ciertas cosas que ya no deberían de pasar como emborracharte un martes sin que el miércoles, al levantarte para ir a trabajar, te preguntes porque carajo tomaste tanto, despertar en la casa de una amiga sin saber como llegaste o el uso excesivo de calzas que te marcan descaradamente la zona púbica. En un intento de evitar la realidad, empiezo a realizar comportamientos raros como entrar a tiendas de ropa para adolescentes -ropa que por cierto me encanta- pero con el pudor de no poder probarme nada. Esto sucede desde aquella vez que le dije a una vendedora que las mangas del sweater, que intentaba venderme, eran cortas y de que ella respondiera con tono poco amable, tirando a burlón, que considerará que "esa ropa era para adolescentes". Desde ese momento entró, compró y simuló - si me preguntan- que busco un regalo para mi sobrina.
Otra cosa que me preocupa es la gravedad, si la maldita y despiadada gravedad. El miedo a que todo se caiga. Anoche mientras cenaba, un amigo me dijo que el hombre es un animal de fuerza, entonces esta fibrosamente preparado para evadir la gravedad. Algo que no me estaría pasando primero porque soy mujer y segundo porque, últimamente cuando no recuerdo los efectos de la gravedad, opto por comer y estar llenita de experiencias. En fin no sé que sorpresas o efectos de gravedad traerán estos 27, pero por el momento los espero con muchas ganas y ansiedad.
Semilla GALActica
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