domingo, 23 de agosto de 2015

Hablemos del papel higiénico


Ir al supermercado puede ser sumamente estresante y traumático. Éste era un aspecto de la vida que tenía resuelto hasta el momento que decidí terminar con mi ex, ya que era su tarea (la cual, por cierto, disfrutaba mucho). Sólo tenía que esforzarme en hacer la lista justa con todo lo que iba a necesitar para sobrevivir el mes siguiente porque él se encargaba del resto.
Bueno: esa ya no sería mi realidad.
Entonces llego al súper. Me olvidé la lista y decido no agarrar un carrito porque creo que voy a poder llevar todo en la mano. ¡Mentira!. Comienzo a ver productos, marcas, precios y considero que todo me hace falta. Entonces tengo que buscar al sujeto justo con cara de bueno, o al repositor de góndolas indicado, para pedirle que por favor me alcance un carro.
Encontré al sujeto y obtengo mi carro. La idea inicial era gastar lo menos posible y comprar lo más que se pueda, algo que nunca sucede como consecuencia, o efecto, de la inflación. Agarro: yerba, agua, toallitas, dentífrico, galletas, jabón y me doy cuenta que estoy excediendo el peso que voy a ser capaz de cargar.  No me importa, sigo cargando: cervezas, algún snack por si recibo visitas y, de repente, el dilema más grande de todo el recorrido: el papel higiénico. Son miles de colores, texturas, precios, hoja simple, doble hoja, con perritos, con perfume, el que rinde más, el más grande, el infinito...
Ahí estoy con cara de extasiada parada delante de la góndola sin saber cuál será el indicado. Debido a la imposibilidad de abrirlos y probarlos decido comenzar a tocarlos. Los aprieto. Pienso que los más rígidos, en los que los dedos no se hunden tan fácilmente, son los mejores. Evaluó el precio y lo llevó.
Finalmente, después de que se rompa una de las bolsas y haga miles de paradas para descansar las manos, llego a casa y lo testeo. Siempre termino llevando el equivocado, el inconveniente se repite mes a mes (si tuve muchas visitas) o cada dos meses. El error es que soy incapaz de recordar cuál era el que compré el mes anterior y que no superó mis expectativas. He llegado a pensar que soy una consumidora muy exigente en esta clase de productos. Lo malo es que la exigencia no me lleva a anotar o retener en la mente las marcas que ya no debería de comprar.
Hace un tiempo salí con un chico. La primera vez que fui a su casa no tenía papel higiénico en el baño. Para mi suerte, sí había papel, sólo que no estaba en su lugar sino en su mesa de luz. Según comentó, en aquel momento, estaba resfriado o lo había estado. Si bien el producto apareció no puede evitar el malestar de tener que gritar informando que no había papel y cómo íbamos a solucionar semejante catástrofe.
En fin, creo que esa era una señal que claramente ignoré. De nuevo fui a su casa y la escena se repitió. Pero, ante la desconfianza de que eso sucediera, es decir antes de sentarme para hacer pis, verifiqué si había o no papel. Esta vez el producto que tanto me angustia en mis idas al supermercado no estaba presente en ninguna parte de la casa. No había, se había terminado. Después de un tiempo, volví a ir a esa casa pero con pañuelos descartables en la cartera. Finalmente dejé de frecuentar ese lugar.
Un día, mientras estaba en una de mis sesiones de lecturas de poesía, recibí un mensaje del chico de referencia preguntando si quería ir a verlo. Ante mi poco interés decidí no contestar, pero lejos de dejar de insistir, el chico sin  higiénico volvió a escribir. Esta vez el mensaje fue muy claro y escueto, sólo decía "tengo papel higiénico". Había entendido que esa era la información que me interesaba.
No termino de aclarar en mi cabeza si el problema con esto es porque mi ex ya no es quien tiene que tener la responsabilidad de elegir el justo o porque el que fue durante algún tiempo "mi chico" nunca tenía en su baño papel y me exponía constantemente a una situación de inferioridad cuando, agachada con la ropa interior por las rodillas, tenía que caminar hasta la puerta y decirle con tono de enojada que no tenía papel. O, quizás, por el solo hecho de que debo perder quince minutos de mi vida cada vez que estoy frente a la góndola para elegir el correcto porque mi cola es sensible y porque me aterra el pensar que, al limpiarme, el papel puede romperse. Seguramente sea la última. Pero aun no lo sé.

Semilla GALActica

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