viernes, 23 de diciembre de 2016

Descifrar el nuevo misterio


Es lunes, como todo inicio de la semana suele ser imperfecto. Llego quince minutos tarde a la oficina, la lluvia es intensa y parece que no va aflojar en el resto del día.
Entró con la cabeza gacha, no sólo por llegar tarde, sino porque el viernes salí con mis compañeros de trabajo y no pude evitar perderme en algunas copas de vino. Supongo que ellos hicieron lo mismo, pero es difícil disimular la vergüenza por las cosas dichas en aquel estado de inconsciencia alcohólica.
Escucho disco eterno y no puedo evitar replantearme lo mismo que todas las semanas: por qué carajo estoy donde no quiero estar. Mis compañeros hablan de fútbol, parece que mi equipo, San lorenzo, no viene bien. Intento que mi mente se pierda en la música, la misma que a veces me salva y otras tantas me entristece. Los diarios dicen que cayó un meteorito y esa parece que va a ser la noticia de la semana mientras no se informa de cómo nuestro actual presidente "busca" inversores.
Alguien me habla por el chat interno, a veces pienso que podrían escribirse grandes guiones con las historias que se traman por detrás de los chat de las empresas: conspiraciones, rumores, coqueteos, chismes y demás cosas que mi mente ya no puede imaginar.
El cielo esta bastante cerrado, pero no hace frío. Me duelen los ovarios o debería decir mi ovario. Queda una semana larga y este es el inicio.
Pereciera que hace una eternidad que estoy en mi escritorio pero son apenas las once del mediodía, la satisfacción de saber que pronto bajó a buscar comida me regala un aire de falsa libertad.
Llega la hora del almuerzo y voy a comprar, pasó por la dietética para tratar de conseguir unos caramelos de propoleo para alguien que sé que no los va a valorar, pero sin embargo lo hago. Tengo la inexplicable cualidad de insistir ahí donde sé que nada va a pasar.
Vuelvo, entro con la misma actitud con la que lo hice más temprano, y casi flotando me dirijo a mi escritorio. En casa me espera Clemente, un francés de unos veinticinco años, alto de ojos color miel. Desde el fin de semana estamos haciendo couchsurfing, todo ha sido bastante divertido y agradable, me enseñó algunas palabras y frases nuevas. Es bueno saber que cuando llego alguien está ahí para saber qué fue de mi día, pero el miércoles se va, sigue para Puerto Madryn. Tal vez es uno de esos personajes de paso que suelen cruzarse por mi vida y que luego terminan formando parte de alguna de mis historias. Él me dijo, después de conocer a mis amigos, que le era raro la diversidad de edad de mi grupo, pero que había encontrado un patrón común, todos éramos del interior y solteros. Supongo que de esta manera me hacía notar algo de lo que no me había dado cuenta, en el fondo todos éramos seres solitarios adaptados a un nuevo contexto.
Como una especie de respuesta a mis plegarias de que algo suceda, mi jefe me da la noticia de que voy a viajar la próxima semana. No puedo disimular la emoción de mi cara. El destino: Mendoza, tierra de montañas, vino y ríos.
No puedo evitar preguntarme por qué me eligió, tal vez es una forma de ponerme a prueba para posteriores desafíos, tal vez sea porque soy la más preparada y profesional para hacerlo o simplemente porque las otras personas no quieren viajar porque tienen familia y prefieren estar en Buenos Aires. Para esta versión de los sucesos vamos a tomar la segunda posibilidad, de todas maneras tampoco es importante porque no tenía mejor plan para mis próximos días, excepto el amargarme cuando reciba la nueva factura de luz, mirar alguna serie por netflix o tal vez leer la biografía de Anthony Kiedis que me pasaron.
Mientras intento descifrar el nuevo misterio, me propongo el juego de ser profesional, ir a otro lugar, conocer gente nueva y ver como el no plan se convierte en plan.


Semilla GALActica


martes, 29 de noviembre de 2016

N&N



Smile when someone says "you can´t"  they don´t know. You if you want, down is up  

La consternación y algunos demonios volvieron, algunos dicen que es producto del estrés, por la época del año, que el bocho ya no funciona. Mi doctor, en cambio, señala que puede ser  un cuadro de ansiedad o una leve depresión, lo que no me sorprende volver a escuchar. Recomienda que vuelva al psiquiatra y receta alplax para dormir.
Hace varios días que no duermo. Cuando intento hacerlo con la medicación al otro día mi cuerpo no es mío. Sigue siendo propiedad de aquello que se me receto hasta que el miligramo mágico desaparece, pero para ese entonces ya son como las once del mediodía.
Duermo, lloro, me pongo triste y no quiero salir de aquella cueva llamado departamento que me regala seguridad. Netflix me acompaña con recomendaciones para solteras de mediana edad. Creo que llegado el momento alguien va a tener que estudiar los efectos de esta plataforma en la gente con depresión. Pero seguro no seré yo.
Supongo que sentirnos jodidos y estar triste es parte de la vida, o al menos de un momento de la vida.
Entonces vos estás ahí llorando frente a tu plato de comida, un domingo solitario cuando tus amigos te arrastran a elegir ser feliz. Ese es el momento en que los otros hacen que sus bendiciones se derramen sobre tu vida.
Estaba triste, si. Hasta que mi amiga Nati (no suelo ponerle nombre a las personas de mis relatos, pero ellos se lo merecen) me obligo a ir hasta Chascomus. La idea era irnos bien lejos armar la carpa, tomar sol, vino y comer todo lo que habíamos llevado.
Preparé mi mochila, preguntándome más de una vez si iba aguantar todo un fin de semana en carpa, pero sin embargo me preparé y salí. Nos encontramos en la puerta de retiro, cargadas como si fuéramos diez días a la montaña.
Subimos al colectivo, contentas y emocionadas por nuestra aventura, hasta que el aire se rompió y los 35 grados de calor empezó a molestar al resto de la gente. Mientras los choferes paraban a intentar arreglar lo roto, nos pusimos a comer pan con palta y a charlar de los cosas que nos habían pasados estos últimos años. Me olvido que estaba triste y me siento afortunada porque sea ella la que está al lado mío. Finalmente el aire arranca y seguimos en camino.
Al llegar, la ciudad parece linda, tranquila. Comenzamos a caminar de un lado a otro intentando buscar la laguna, el camping y, cuando la lluvia empezó, un taxi. Finalmente, salimos caminando, la idea de hacer auto-stop no tuvo resultados. Sólo Alfredo, en su fiesta bordo, que era un taxi, se detuvo. Él nos llevó hasta el camping y nos dejó su teléfono por cualquier cosa.
La lluvia era intensa, por lo que fue imposible no mojarse. Armamos la carpa y nos metimos adentro, con frió y chorreando agua. No paro hasta la tarde, cuando el agua se cambio por viento. Ante el miedo que me daba pensar que una rama podía caer y terminar con nuestras existencias, así, sin nada de glamour, me dormí. A eso de las siete me desperté y todo estuvo mejor.
Comimos cuscús que Nati preparó y prendimos fuego mientras nos tomábamos una botella de vino.
Nico llegó el domingo. Y no pude evitar sentirme explotada de felicidad por tenerlos ahí. Amo a mis amigos, a cada uno de ellos. Pero Nico es especial, es mi otra mitad. Sabe cuando estoy triste y sabe como hacer que eso cambie.
Por una prueba del destino o porque simplemente tiene que ser así, mi enemigo imbatible se despierta cuando mi cuerpo intenta descansar. Y por estar de camping no iba a ser distinto. En cuanto me dormí mi inconsciente se despertó y comencé a soñar. Siempre sueño, con todos y casi de todo. Con mi ex, con mi mamá, papá, pero nunca el sueño es conmigo misma.
De repente, en ese lugar, en donde mi cama era el suelo, y mis paredes una carpa que Nati armó para nosotros, tuve el sueño en donde la protagonista era yo. Estaba en Italia, era comunicadora. Mi trabajo me había llevado a ese lugar. Era yo no muy lejana, pero estaba contenta. Era un 16 de octubre y estaba limpiando la casa en la que ahora vivía porque celebraba un año en esa nueva vida y mis amigos (que no los pude ver) iban a visitarme para celebrar. Hablaba por teléfono con una amiga mientras hacía otras cosas, parecía que todo iba bien, no lo sé. Pero la naturaleza comenzó a cantar y me desperté.

Hoy soy yo en mi escritorio, peleando con todos mis demonios, como lo hago a diario, pero un poco más feliz. Gracias Nati por tu insistencia y esa vocecita que todavía está en mi cabeza, gracias Nico por ser ese amigo que toda persona necesita para transitar más liviano en esta vida.  Gracias a todas esas personas que nos dicen sí y nos dan su tiempo, apoyo y abrazos infinitos. Al resto, que han sido muchos, a la mierda... que la circularidad de la vida los encuentre.

Semilla GALActica

viernes, 14 de octubre de 2016

Recordarte es un hermoso lugar



Para la más atrevidas de las francesitas
Podría escribir miles de cosas, pero ninguna frase o palabra darían el sentido real de lo que solo nosotras sentimos. Desde nuestras charlas de Perón, feminismo o Sartre a nuestras noches en algún rincón perdido de Buenos Aires.
Las experiencia de sentarnos en cualquier plaza con una botella de vino, tirarnos en el pasto, andar en skate, los paseos con Ramón, leerle en voz alta a la otra, probar las margaritas de todos los bares y las papas con cheddar. Los cigarrillos armados que hoy ligo con tanta prolijidad, las discusiones al leer Althusser o Marx. Miles de cosas, travesuras, risas, amores, desamores, miedos y la juventud de los días.
Pasaron nueve meses. Nueve meses en los que las caminatas por Las Heras o Gutiérrez fueron diarias. Ramón te extraña, pero más te extraño yo. Es raro, aún no te vas pero ya te extraño y el nudo de la garganta, que algunos llaman angustia, ya está en mí desde hace una semana. Te voy a extrañar, pero como diría mi cantante preferido: "recordarte es un hermoso lugar".
Tengo que trabajar, en los últimos meses casi siempre lo tengo que hacer, pero, sin embargo, necesitaba escribirte.
Te digo hasta luego en primavera con la certeza que nuestro próximo hola será también en la misma estación pero ya en tu lugar (seguro que con mucho champagne, quesos y creppes).  
Como todo pasa por algo, y para nosotras no existen las casualidades, es que nos conocimos. Al menos eso supongo.
O tal vez es real que las energías se atraen y como diría tu autor favorito: "cuando quieres una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla".
No tenemos certezas, solo el deseo de conocer, probar, asumir los riesgos y a veces también el miedo que eso lleva. Pero hoy te vas, más fuerte, más sabia, más mujer.
Me quedo con nuestra última noche en Makena y con aquel sentimiento que aprendimos juntas pero en distintos lugares, saudade. Te saludo hasta la próxima primavera amiga y que tus ojos sigan contemplando el mundo.

Semilla GALActica

sábado, 17 de septiembre de 2016

Sr y Sra...



Suelo tener gestos extremadamente narcisistas. Con esto quiero decir que soy el tipo de chica que se junta con sus amigas y está los primeros quince minutos de la reunión hablando de lo que sólo a ella le pasó y de cómo se siente, hasta que, luego de unos minutos de reunidos, comienza a preguntarle al resto qué tal estuvo su semana. También soy el tipo de minita que necesita reconfirmar constantemente que el chico con el que sale está pensando en ella (o lo hizo en algún momento del día). Pero en un ejercicio de dejar de lado mis peores vicios es que hoy decidí escribir sobre el casamiento de mi amiga.
Espero que ella no se enoje por esto pero me desperté con la necesidad de hacerlo. Primero debería de contar cómo la conocí, aunque, en realidad, la conocí cuando ya la conocía. Suena raro pero fue así.
Era el año 2011 (creo), sabía que en mi trabajo había comenzado una chica que también estudiaba comunicación como yo pero aún no la había visto. Un día, por algún motivo, cambié mi horario de trabajo y nos cruzamos. Ahí la ví por primera vez. Me contó que había dejado comu ese año y estaba estudiando fotografía. Seguimos conversando y después nos dimos cuenta que habíamos cursado juntas semio I en el 2009. Hoy pienso que, tal vez, por lo complicada que nos había sido esa materia nunca habíamos tenido el tiempo, en todo un año, de percatamos de la existencia de la otra, o simplemente ese no era el momento de conocernos. Luego no sé cómo seguimos, a veces mi cabeza tiene lagunas. Acá ella seguro podría llenar el vacío e incluso me remarcaría, como siempre, que el año que nos conocimos me invitó a su cumple y no fui anegando tener que estudiar. Lo importante es que de a poco nos hicimos más amigas.  
Ahora, que ya saben como nos conocimos, necesito que tengan la imagen de como es ella. Ella es hermosa, fanática de los maquillajes, la fotografía y los libros. Extremadamente amante de los perros y los esmaltes. Sí, ella es del tipo de amigas que cuando visitas saca inmensas cajas con esmaltes para que todas nos pintemos. Suele ser común que al irnos nos llevemos, a modo de souvenir, alguno de los colores que más nos gustó y que ella ya no usa o tal vez nunca usó. Es fiel defensora de los animales pero principalmente de los perros a los cuales es capaz de proteger hasta con su propia vida (y no exagero). Es amante de los detalles, cumpleaños, día del amigo, navidad, en fin, cualquier fecha especial ella lo recuerda.
Hace ya unos años se cruzó con el que hoy es su compañero. De él les puedo decir que es hincha fanático de Racing, de los Simpson, los Redondos y el periodismo deportivo. Es excelente imitador y si hay cena de pareja él es el encargado de hacernos reír a todos.
Les podría contar cómo se conocieron, pero eso me lo guardo para cuando ellos tengan hijos. Pienso que, como buena tía postiza, les voy a contar con mis propios detalles como sus papás se conocieron. Pero lo que sí les puedo contar es que al verlos puedo notar como el amor se percibe en la mirada. Ellos no sólo son compañeros, novios y ahora esposos, también son cómplices. Comparten esa picardía mutua de mirarse y saber lo que el otro está queriendo decir sin necesidad de hablarlo, son de esas parejas que constantemente están teniendo chistes entre ellos pero con los cuales el resto también se ríe.
En estos años los he visto crecer como pareja, han criado (o más bien malcriado) a Homero. Han sabido sostenerse en momentos tristes y también celebrar los buenos.
Del casamiento les puedo decir que tuvo la esencia de los dos en todos lados. Banderines, al estilo hippie chic, decoraban el salón y el patio. Las fresias, que eran las flores preferidas de la abuela de mi amiga, regalaban su color y perfumaban el lugar. La entrada la hicieron al ritmo de los Foo Figther y la torta la cortaron con Florence the Machine de fondo.
Todo fue más que hermoso. Emotivo y sencillo. Puedo olvidar muchas cosas pero siempre voy a recordar el día que mientras comía, mi amiga me contaba que se casaba. Hoy hace un poco más de un año de ese día que entre lágrimas le decía lo feliz que me ponía.
Y si, un papel no cambia nada cuando el compromiso es real. Para ellos es mi entrada, para dos compañeros que ayer dieron el sí legalmente, pero ya lo habían hecho hace mucho tiempo. Como su mamá dijo en el civil: son dos buenas personas y siempre nos van a tener para que los acompañemos en lo que necesiten.

                   …y fueron felices y comieron hamburguesas veganas.



Semilla GALActica

lunes, 12 de septiembre de 2016

Banquinas Mentales


Esta semana matando mi tiempo en una red social me topé con una publicación de un amigo, en donde se preguntaba “¿qué pasa con los hombres?”. No sólo me llamó la atención que quien hiciera esa pregunta era, justamente, un hombre, sino, además, que la mayoría de quienes respondieron eran mujeres. Todo parecía planteado al revés.
La publicación no pasó desapercibida porque quedó en mi cabeza por varios días. Incluso llegué a buscar el post para leer los nuevos comentarios a los que, claro, no me animé a sumar ninguno. Y cuando esto no sucedía, alguna ferviente defensora feminista aparecía en la web para comentar. Lo que hacía que en una suerte de circularidad 2.0 el estado de mi amigo  apareciera entre las novedades.
La pregunta volvió al cerrar la semana mientras escuchaba una entrevista a Spinetta. Antes de empezar a cantar él decía algo como que tenía una misión social, a lo que el periodista acotó - de manera poco inteligente- "luchar por la gente".  Spinetta, con esa carismática simpleza que lo definía, sonrió y se puso a cantar. Tal vez ese bello arte era a lo que él se refería como su misión.
Puede que el interrogante no sea qué pasa con los hombres, si no dónde están aquellos capaces de hablarle sinceramente a una mujer. Si hasta el propio Charly García le canta al corazón de una mujer en uno de sus míticos temas, ¿por qué el tipo común no se lo permite?. Por qué tarda en invitarla un vino o por qué no reconoce que lo invade el mismo miedo que esconde la posibilidad de ser rechazado.
Estuve leyendo mucho sobre dos personajes, Lou Solome y Simone de Beauvoir. La primera, una mujer inteligentemente peligrosa, como Freud una vez la describió. Este personaje, de bella complejidad, exploraba la libertad de una manera muy crìticada para su época. La segunda, aparece como una enseñanza de una amiga feminista. ¿Por qué hablo de ellas?, porque creo que fueron capaces de  ver al otro no como otredad, sino más bien como un igual. Al menos esa lectura personal me interesa más: el igualismo.
No creo saber qué les pasa a los hombres, pero sí sé que se han vuelto totalmente indecisos y algunos se enmascaran detrás de una insensibilidad difícil de sostener. ¿Será el miedo a una locura similar a la que sufrió Nietzche al ser rechazado por Lou Salome lo que los lleva a evitar el amor?, no lo creo.
Pero volviendo a nuestra época, podemos decir, tal vez, que ya no hay Ceratis o Spinettas, y que aquel que muestra un pizca de sentimentalidad y humanismo es tildado de "puto" por el resto de la manada masculina que lo acompaña.
Suelo enamorarme de estos personajes. No sé si es un patrón que me esfuerzo en repetir o simplemente me enamora la posibilidad de torcer sus habitus. Hoy quería escribir de esto, tal vez por mi insistencia a vivir en el amor o por mis experiencias frustradas o simplemente porque me encuentro en una banquina mental que me impide producir algo más atractivo para mi lector. Supongo que cualquiera de estas ideas puede ser posible, porque puede pensarse y materializarse en un blog.
Qué les pasa a los hombres... no lo sabremos, al menos por el momento y mientras sigan escondiendo emociones en emoticones que serán leídos en un sentido distinto al que han sido producido. Pero qué hacer si después de todo así es el sentido, una suerte de “horizonte de expectativas”.
Mientras tanto, tal vez, podamos invitar al “otro” a desnudar los sentidos e ir a explorar.  Si sufrir es una posibilidad, no siempre tiene que ser una realidad.


Semilla GALActica

martes, 19 de julio de 2016

Mi teléfono, mi adicción


Desde hace algo así como una semana y tres días experimenté un efecto Transporting no buscado. En cierta forma, este estado llegó a mi vida como consecuencia de la mala acción de otro: me robaron el teléfono. Este tipo de sucesos es de lo más común en Buenos Aires y suele darse en zonas ya conocidas: Retiro, Microcentro, Once o transportes públicos.
El día se desarrollaba como cualquier otro feriado, sin ningún tipo de experiencias alucinantes, cuando decido amigarme con el exterior e ir a "estudiar". Para llegar más rápido a destino tomé el 41 a metros mi casa. En esta instancia debería hablar del tranquilo y mágico barrio de recoleta, pero eso sería quedarme inmersa en una suerte de ideología dominante del tipo "en Recoleta no roban" y no es algo que me interese por el momento.
Por algún motivo del tránsito o simplemente porque un pasajero decide bajar, el colectivo para en la estación de Once abriendo su puerta trasera. Borges señalaba la melancolía que le generaba recordar ciertos lugares y solía señalar esta zona. A diferencia del reconocido escritor no siento ningún sentimiento parecido al pensar en este lugar. Considero que, en el 2016, hay que ser bastante pillo para sobrevivir en esta plaza y que en todo caso aquellas cuadras pueden ser pensadas en el sentido de donde lo prohibido es una posibilidad: vendedores ambulantes, prostitución, robos, drogas, el dolor de Cromañón. Un lugar donde las energías no suelen estar del todo equilibradas. O simplemente, como pienso los días de semana cuando debo caminar por inmediaciones a la estación, una suerte de Bombay en medio del extremo sur de latinoamerica.
Lo real es que en ese pequeño instante es que me convertí en el huevo podrido, un oportunista me ve distraída, salta del exterior y me saca de las manos aquella pequeña prótesis blanca que estimulaba mis sentidos y por el cual pasaba mi vida social.
La reacción: “bueno a veces pasa” seguido de un llanto que me recordaba a otro suceso similar que tuve hace menos de dos meses. De ahí en más la abstinencia de vivir sin el pequeño dispositivo que me regalaba una falsa felicidad.
Estos días he sentido la sensación de estar en recuperación a una adicción: la tecnología. Por momentos tengo la necesidad similar a la del ex-fumador cuando necesita tener algo en sus manos, seguido de la certeza de que me estoy perdiendo algunas cosas. Me pregunto si estas cosas serán los chismes de los grupos de whatsapp, los videos de you tube camino al trabajo, los mensajitos que te salvan el fin de semana, la posibilidad de saber cómo está el clima afuera o simplemente todo de lo que soy parte sin presenciarlo. Una especie de cuerpo ausente pero a la vez presente, todo ese exterior del que era parte por el solo hecho de tener un smartphone y un par de aplicaciones.
Creo que lo que me afecta es el no poder ver todo siempre, la suerte de panóptico portátil que regalan los celulares y sus distintas apps para la cual la notebook o tabletas ya no  sirven.  
He reflexionado sobre algunos de estos temas y he superado los impulsos de ir corriendo a comprar un nuevo aparato. Debo decir que esto último se debe a la incapacidad de mi tarjeta de crédito para seguir comprando teléfonos. Tal vez, en última instancia la sobrederminación si está dada por lo económico.

Semilla GALActica

martes, 7 de junio de 2016

El recuerdo de mi hipotálamo


Los especialistas dicen que las personas  almacenamos los recuerdos en el hipotálamo y mediante la memoria sensorial los traemos al presente. Algo así como que no vamos a poder recordar exactamente qué día tomamos el primer café en Starbucks, aunque vamos a recordar su sabor u olor.
Algo similar me pasó cuando Francisco fue nombrado Papa. No sé exactamente qué día fue, pero puedo recordar que caminaba por Flores, salía de una galería en Rivadavia después de comprar un regalo de aniversario para mi ex (era el 14 de Marzo) cuando empecé a escuchar las campanas de la Iglesia San José. Ahí supe por primera vez que teníamos un Papa argentino y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Desde ese momento sé que Francisco se convirtió en referente de la iglesia católica en marzo del 2013. Aun sigo sin saber bien el día pero tengo muy presente la sensación en mi cuerpo. Lo mismo me pasó al descubrir que mi papá era Papá Noel, aunque ahí lo que mis sentidos percibieron fue angustia y decepción. En fin, siempre hay una suerte de asociación entre pasado y sentidos que nos evocan a recuerdos.
Hoy pasó algo parecido: rememorar el pasado a través de lo sensorial, a partir de algo que viví en el presente. No era un déja vu, sino algo que me llevaba a mi infancia. Creo que no debe haber momento de la vida más feliz que la infancia -a excepción de lo de Papá Noel-.
Lo cierto es que hoy llueve, en realidad hace varios días que llueve y gran parte de la población porteña está a punto de convertirse en hongo. Más allá de que estoy trabajando, o al menos eso simuló, y de que ya no me queda ropa limpia porque la mayoría está en el lavadero y el resto húmeda en mi tender, el frío y el gris del día me recordó a cuando era chica.
Todas las tardes alrededor de las cinco mi cabeza sentía el ruido liberador del timbre que anunciaba que éramos absueltos de la rigurosidad académica y podíamos ir a casa. Hoy entiendo que aquello era la primera forma de adoctrinamiento a la que me vería sometida en mi vida adulta.
El momento en que la enorme puerta de madera color roble de aquel colegio católico del interior de la provincia se abría y encontraba a mi mamá con mis ojitos, sabía que todo iba a estar bien porque mi heroína aguardaba en la vereda.  
El recorrido arrancaba por el costado de la escuela y una parada obligada, los días que no nos desviamos por un helado, era la plaza. Recuerdo a mamá con una especie de canasta que supongo usaba para hacer las compras de camino a casa en lo de Marcelino. Amaba las hamacas de mi plaza, eran grandes, de madera pesada, generalmente pintadas de verde y los caños de amarillo o tal vez eran rojos, ya no recuerdo. Debería de corroborar con mis amigas, pero lo más probable es que entremos en discusiones porque todas las recordamos de colores diferentes (efectivamente eso pasó... pero como es mi historia,  me gusta pensar que eran amarillas y verdes).
Luego de hamacarme un largo rato seguíamos el recorrido por la calle de la comisaría, luego Dorrego y finalmente casa. Pero nunca sin antes parar en el Kiosko de la esquina. Ese lugar siempre me ha parecido divertido y a la vez simpático,  primero porque su vendedora, Gladys, te atendía desde una pequeña ventana lo que hacía que todo sea más surrealista, medio cuerpo en la vereda y el torso, en este caso el mío, siempre colgando intentando meterme hacia adentro. Con 15 centavos mamá me compraba un alfajor y con un par de pesos más llevaba sus infaltables Derby suaves, en ese momento fumaba cortos, luego la exigencia de nicotina la llevaría, años más tarde, a fumar los mismos pero en su versión larga.
Después de eso llegábamos a casa. Siempre estaba alguna de mis hermanas merodeando por ahí para molestarme. Finalmente, el momento que más me encantaba, y el mismo que hoy recuerdo y casi que extraño, me sentaba en la mesa a mirar algún programa, seguramente era chiquititas, mientras sentía el ruido de la leña del hogar que se quemaba lentamente y me calentaba los cachetes cuartados por el frió. Junto a esta sensación de calor, podía ir sintiendo como el olor mágico de pan tostandose llegaba a mis fosas nasales. Esto me confirma que los sentidos son formas de recordar, los olores nos pueden llevar a rincones de nuestra niñez, a pequeños instantes de simpleza y felicidad.
El olor de las tostadas que mamá cortaba con suma delicadeza, era acompañado por el de un café con leche. Ya no he vuelto a saborear ese café, tal vez porque la intensidad de la leche de campo es distinta a la que consumo acá o tal vez porque el extraño líquido blanco que compró en un sachet es más agua que leche. De todas maneras, los días felices eran aquellos en los que papá estaba por la ciudad y aparecían los grandes bidones de leche junto a la manteca casera que tanto me gustaba, la misma que luego me enseñó hacer con él.

Hoy pienso que de eso a veces se trata la vida, de un olor, de un sabor y del amor de las personas que te abrazaban o te esperaban a la salida de la escuela. Hoy ya no hay tardes de café con leche y tostadas con dulce o manteca casera, en su defecto aparece alrededor de las cuatro sobre mi escritorio un expreso raro en un vaso de plástico que acompaño con alguna galleta de marca extraña. A pesar de la decepción que me genera por momentos el observar la merienda actual, sé que en algún lugar disparatado de mi hipotálamo tengo el recuerdo de intensas tardes de simple felicidad.


Semilla GALActica

lunes, 9 de mayo de 2016

Todo empezó con una copa de vino

Puedo recordar todo. Cada momento, cada mirada, cada charla, cada cigarrillo. Me dijiste que amabas sin estrategias y te creí.
La primera vez que te vi fue una de las pocas donde estabas sobrio. Te miré hasta que te fuiste. Mis amigos me decían que no me convenías, rozabas una especie de locura alucinante pero peligrosa. No escuché. Para mí, sólo estabas en un estado de elevación irreal para este mundo, de ese que no todos comprenden.
La primera charla fue inocente. Me invitaste a cenar aunque sabías que estaba a kilómetros de distancia. Pasaron semanas hasta que me fuiste a buscar. Me dijiste que estabas afuera y sin miedo te fui a encontrar. Tenía una sola certeza: algo extrañamente diferente iba a pasarme. Ahí estaban vos, tus rulos y tu perfume.
Me mostraste tu primer imagen. No tardarías hasta que me demuestres, con algo de cariño y confianza, tu verdad.
Recuerdo como te mirabas en el espejo mientras me explicabas la importancia de mirarse uno mismo a los ojos porque ahí estaba la verdad. Fue en ese momento donde supe que te quería. Te pregunté si te habías enamorado, señalaste que aún no lo habías sentido. Confundida volví a mirarte  y con pena pregunté: “¿cómo sabes cuándo estás enamorado?” Esbozaste una sonrisa y me dijiste: “no sé... supongo que es cuando todo se vuelve irracional”.
Alguna vez te dije que elegía mal y lejos de quedarte callado contestaste que ninguna decisión es mala siempre y cuando no te determine. A veces dudaba pero al verte sabía que estaba donde quería. Fuiste como una revelación, como la mano que desempaña el vidrio en el invierno y te muestra al camino. No sabía que esa intensidad iba a durar tanto.
Pasaron otras musas por tu vida, aunque siempre por algo nos volvíamos a encontrar o a buscar. Decías que te gustaba tenerme en tu cama. Nada era normal. Sin embargo te quería.
Me acompañaste en noches oscuras y sin saberlo fuiste la mano que me sostenía. Era  tuya aunque nunca hice nada para que lo sepas. Hoy, supongo, que, tal vez, te pasaba lo mismo.
Me dijiste que estaba en un patio de cemento y que ya habías experimentado eso. Tu certeza estuvo en irte a tiempo, yo, sin embargo, intentaba ser lo que esperaban. Suponías que no estaba loca, que estaba en una búsqueda y que el camino por el que iba era el correcto.
Tomábamos vino y señalamos en tu globo terráqueo los lugares en los que iniciaremos una revolución. Querías empezar por china mientras a mi me excitaba África o la India. Decías que China tenía soldados pero lo cierto era que ninguno sabía nada de conquistas, a gatas podíamos con nuestras insignificantes existencias.
Me abrazaste y como niño me dijiste que por favor no me fuera. Te pregunté si realmente querías que te conozca. No pudiste responder.

Ahí entendí que eras un amante de la vida, la libertad y del viento. No me quedé, partí, sabiendo que simplemente no era nuestro momento. Sin embargo, aún recuerdo tu último mensaje: "no pidas perdón. Disfrutá de la vida sin pedir ni permiso ni perdón."


Semilla GALActica



martes, 19 de abril de 2016

Confiance


Para NB por su valentía y por enseñarme que una vida con prejuicios puede desviarnos de la felicidad.

Hoy me desperté con una pregunta: ¿qué pasa cuando los prejuicios nublan nuestra percepción?
Hemos sido educados bajo la noción de que el hombre debe comportarse de tal manera, la mujer de otra y que el comportamiento no debido se reprime. Pero, ¿qué pasa si aquello que nos han enseñado y que durante tanto tiempo hemos intentado aprehender no era del todo lo acertado o, al menos, lo que nos hace feliz?
Hace días atrás hice una choripaneada para recibir a mis amigos entre los cuales había una francesa que hace pocos días había llegado a Buenos Aires. El menú fue: vino, choripanes y clericó.  Algo más autóctono no se nos ocurrió. Mi comportamiento en ese caso estaba siendo el no debido ya que abría las puertas de mi casa a un desconocido. Sin embargo, me arriesgué  y seguí mi percepción: sabía que iba a conocer a una gran mujer. No pensé más y permití que mi intuición no esté nublada por los prejuicios del no deber.
Esa noche no sólo conocí una persona hermosa, sino que me enseñó que en una semana, lejos de su estructura, de los prejuicios, de los condicionantes, de lo aprendido y de lo que le habían inculcado desde chica, había logrado más amigos que en media vida en Francia. Ella había elegido su propia aventura.
Por momentos me alejé del grupo para observar la escena como un personaje que espera su turno para salir al escenario. Lo que veía me encantaba y sorprendía a la vez. Veía nobleza y solidaridad, personas, que hasta momentos antes no se conocían, se encontraban contando cosas de sus vidas, experiencias, pensamientos, sentimientos. Y ahí me dí cuenta que muchas veces nos perdemos de experiencias increíbles por el solo hecho de quedarnos encerrados en los prejuicios, los cuales, por cierto, no son más que lugares seguros, de comodidad.
Tenemos que saber que si sólo nos quedamos con lo que conocemos y no intentamos abrir nuestra mente, probablemente un mundo entero se nos pase por al lado sin siquiera poder percibirlo. Debemos de tomar conciencia que es posible encontrar miles de cosas lindas si nos corremos una milésima de distancia del camino que nos han trazado. Una vez un amigo me dijo que no hay malos caminos, solo hay caminos pero que sí, en todo caso, hay malos caminantes. Y de eso se trata, de no quedarse con las ganas de explorar, de abrirse a la curiosidad y ver que pasa. Ya no quiero que me cuenten cómo es ahí afuera, eso ya no alcanza, quiero verlo, sentirlo.
Mi prima me dice constantemente que siempre fui curiosa, que nunca me quedaba con la intriga de algo. Esto me lleva a suponer que las ganas de conocer no son de ahora, que siempre me acompañaron, sólo que tal vez hoy se ven potenciadas porque no hay miedo sino intriga y la conciencia de saber que no hay estructuras más que las mías, que no hay compromisos más que conmigo misma y como me dijo mi nueva amiga francesa todo se trata de confiance.

Semilla GALActica

miércoles, 30 de marzo de 2016

Ramón




Para Magalí que me animo a tener un perro


"Me es difícil describir a Rita. Podría conformarme con decir que es mayormente de color negro, y que tiene un collar blanco en el cuello. Pero describir a Rita me parece improductivo. Rita no está en el lenguaje, toda descripción suya fracasa si no la vemos en vivo."
Rita, Fabián Casas


Desde hace mucho tiempo me sentía preparada para tener una mascota pero por cuestiones de tiempo o por miedo a la responsabilidad no lo había concretado. Hasta que llegó navidad y una pequeña mezcla de oveja con canguro perro se introdujo en mi vida. Así apareció él y las palabras con las que me lo entregaron fueron: no sé si te va a cuidar pero ya no vas a estar sola aunque sabes que nunca lo estuviste. De ahí en más fuimos dos: Ramón, mi caniche toy, y yo.
Tener un perro te hace cambiar los hábitos a la vez que te vuelve una persona más sociable. Desde que vivo con Ramón me veo obligada a ir todas las mañanas, y todas las tardes, al parque. Debo decir que no es algo de lo que me queje sino que más bien me gusta. Esto se ha acrecentado desde que me di cuenta que mi caniche es una puerta de acceso a gente nueva. Cada salida conocemos a otros que, como nosotros, son dos en el parque.
Siempre, al salir, en menos de una cuadra uno o dos gerontes nos paran y comienzan a tocarlo. Me he dado cuenta que a mi cachorro lo alteran las señoras grandes, no le pasa lo mismo con los hombres. No sé si es algo en el tono de voz o los perfumes excesivamente fuertes que las señoras de Recoleta usan pero él las odia. 
Si bien, mi nuevo amigo canino me expone a otras situaciones no tan agradables como levantar sus desechos del suelo o tener que correrlo a los gritos por todo el parque (cuando en realidad siempre estuvo parado al lado mío), también está todo lo lindo. Lo principal es su alegría cuando entro a casa, él se alegra al solo momento de escuchar el ascensor. 
En cuanto vuelvo tengo extensas demostraciones de afecto que terminan con mis piernas rayadas por sus uñitas, mordeduras en los pies porque tiene un cierto amor por esa parte de mi cuerpo, la comprobación de que ahora mis corpiños ya no están en la ropa sucia sino en su cucha medios despedazados y alguna que otra caca fuera del diario. 
El personaje principal de “También esto pasará”, Blanca, señala que los perros se parecen a sus dueños y Ramón tiene muchas cosas mías, tiene los mismos gustos que yo: ama el mango, le encanta la manzana y tolera el kiwi. Disfruta de las caricias del niño de cabellos rubios (el mismo que le mostró que en el parque se puede estar sin correa), la versión recoletanea de Foucault, quien tan amablemente le enseñó lo rico que es el helado.
En fin, Ramón me ha sometido a largas jornadas de desinfección de mis pisos pero me ha permitido sumergirme en un mar de experiencias. Él es mi nueva compañía, el mismo que se altera cuando estoy nerviosa, el que pide de mi comida, quien me hace mimos cuando llegó, el que se asusta si se nos acerca alguien cuando es de noche. Él es lo más parecido a mi por estos días y con el que me siento realmente cómoda. Ojalá muchos más, como yo, se animen a tener un perro como el mio, porque después de todo ellos solo dan amor y no piden nada.

Semilla GALActica

martes, 8 de marzo de 2016

Verano + amigos= birra al aire libre



(Al lector: Ubicarse mentalmente en uno de esos primeros días, pegajosos, de Febrero)

Un amigo me dijo que mi última entrada había sido desesperanzadora y terminaba con un corazón roto. Tal vez lo era, pero tenemos que saber que las cosas no tan lindas también son parte de la vida.
A pesar de eso, hay otros momentos, instantes que solo queremos que se prolonguen y duren eternamente. Es  por eso, por esos instantes, que hoy decidí escribir sobre la amistad. La amistad y el verano (creo que esto último es porque afuera hace 40 grados).
Por los amigos que viajan kilómetros para vernos, los que nos llaman a cualquier hora para saber si estamos bien, los que te abren las puertas de sus casas cuando no tenes donde ir, los que te integran a sus familias, los que hacen 48 horas seguidas de guardia y aun así se hacen tiempo para verte, los que secan tus lagrimas, los amigos que actúan como padres y te retan, por ejemplo, cuando no cambias la cerradura o abrís sin preguntar quién es. En fin, amigos que siempre están y por los que uno también hace cosas.
Este viernes caluroso después de una jornada larga de trabajo, emociones y otras verduras recibo el mensaje esperanzador de una amiga donde se manifiesta un simple “¿Qué haces?”.  Inmediatamente contesté, casi sin meditar la respuesta: "Cerveza en plaza serrano" y como si estuviéramos conectadas, ella contestó: “Te iba a decir eso”.
Llegue a casa, me cambie y fui en búsqueda de mi grupo. El clima me sorprendió con lluvia en medio de trayecto. El lugar al que íbamos estaba cerrado ( o en realidad no éramos tan vip como para entrar). Como las chicas llegaron tarde me vi obligada a esperar, en Thames y Gorriti, algo más de veinte minutos debajo de un toldo porque el agua no paraba. Minutos más tarde mis compañeras aparecieron al rescate. El motivo del festejo era el cumple de una de ellas. La noche se prolongó entre caipirinhas y cervezas, nos olvidamos de la lluvia, el viento y el temporal que azotaba Buenos Aires.
Cuando llegue a casa tenía una veintena de mensajes: de mi madre, preguntado cómo me había tratado la lluvia y de las chicas avisando que habían llegado bien. Las mujeres tenemos ese instinto de madre que nos hace desparramar miles de mensajes después de una salida para asegurarnos que todas llegamos bien. Sin duda deberíamos de repreguntarnos el motivo de este comportamiento, pero este no es el momento.
Los días pasaron y  me encontraron  encerrada estudiando en la Biblioteca con una amiga, es época de finales y nos urge recibirnos. Nuevamente otra jornada calurosa con  el mensaje que invitaba a sumergirnos en una noche húmeda en la que ambas terminaríamos con panza de cerveza. Esta vez quien proponía el encuentro era nuestro amigo. Y aquí mi descubrimiento… Este verano he realizado varias visitas al lugar que ha salvado mis noches sin aire acondicionado. El espacio se llama Camping y es la combinación perfecta y hippie a la vez de buena música, alcohol barato, estrellas y la luna cuando sale (algo que garpa mucho en la ciudad). Entonces, no había más destino que este nuevo bar de recoleta.
El fin de la historia siempre suele ser el mismo... una con dolor de panza, otra media mareada del "calor” y el tercer amigo haciendo una revelación: "para amar debemos aceptar la libertad del otro". ¡Como si hacerlo sea igual igual de fácil que el decirlo en estado de ebriedad!.
Esas cosas hacen mágicas las noches de verano en este lugar. Los amigos te sorprenden y te rescatan en una ciudad que constantemente te invita a descubrirla con la seguridad de que no va haber mejor momento que este. Tal vez la ecuación perfecta, o al menos, la que me acerca a la felicidad en este momento sea:  Verano + amigos = birra al aire libre.

Semilla GALActica