Para Magalí que me animo a tener un perro
"Me es difícil describir a Rita. Podría conformarme con decir que es mayormente de color negro, y que tiene un collar blanco en el cuello. Pero describir a Rita me parece improductivo. Rita no está en el lenguaje, toda descripción suya fracasa si no la vemos en vivo."
Rita, Fabián Casas
Desde hace mucho tiempo me sentía preparada para tener una mascota pero por cuestiones de tiempo o por miedo a la responsabilidad no lo había concretado. Hasta que llegó navidad y una pequeña mezcla de oveja con canguro perro se introdujo en mi vida. Así apareció él y las palabras con las que me lo entregaron fueron: no sé si te va a cuidar pero ya no vas a estar sola aunque sabes que nunca lo estuviste. De ahí en más fuimos dos: Ramón, mi caniche toy, y yo.
Tener un perro te hace cambiar los hábitos a la vez que te vuelve una persona más sociable. Desde que vivo con Ramón me veo obligada a ir todas las mañanas, y todas las tardes, al parque. Debo decir que no es algo de lo que me queje sino que más bien me gusta. Esto se ha acrecentado desde que me di cuenta que mi caniche es una puerta de acceso a gente nueva. Cada salida conocemos a otros que, como nosotros, son dos en el parque.
Siempre, al salir, en menos de una cuadra uno o dos gerontes nos paran y comienzan a tocarlo. Me he dado cuenta que a mi cachorro lo alteran las señoras grandes, no le pasa lo mismo con los hombres. No sé si es algo en el tono de voz o los perfumes excesivamente fuertes que las señoras de Recoleta usan pero él las odia.
Si bien, mi nuevo amigo canino me expone a otras situaciones no tan agradables como levantar sus desechos del suelo o tener que correrlo a los gritos por todo el parque (cuando en realidad siempre estuvo parado al lado mío), también está todo lo lindo. Lo principal es su alegría cuando entro a casa, él se alegra al solo momento de escuchar el ascensor.
En cuanto vuelvo tengo extensas demostraciones de afecto que terminan con mis piernas rayadas por sus uñitas, mordeduras en los pies porque tiene un cierto amor por esa parte de mi cuerpo, la comprobación de que ahora mis corpiños ya no están en la ropa sucia sino en su cucha medios despedazados y alguna que otra caca fuera del diario.
El personaje principal de “También esto pasará”, Blanca, señala que los perros se parecen a sus dueños y Ramón tiene muchas cosas mías, tiene los mismos gustos que yo: ama el mango, le encanta la manzana y tolera el kiwi. Disfruta de las caricias del niño de cabellos rubios (el mismo que le mostró que en el parque se puede estar sin correa), la versión recoletanea de Foucault, quien tan amablemente le enseñó lo rico que es el helado.
Siempre, al salir, en menos de una cuadra uno o dos gerontes nos paran y comienzan a tocarlo. Me he dado cuenta que a mi cachorro lo alteran las señoras grandes, no le pasa lo mismo con los hombres. No sé si es algo en el tono de voz o los perfumes excesivamente fuertes que las señoras de Recoleta usan pero él las odia.
Si bien, mi nuevo amigo canino me expone a otras situaciones no tan agradables como levantar sus desechos del suelo o tener que correrlo a los gritos por todo el parque (cuando en realidad siempre estuvo parado al lado mío), también está todo lo lindo. Lo principal es su alegría cuando entro a casa, él se alegra al solo momento de escuchar el ascensor.
En cuanto vuelvo tengo extensas demostraciones de afecto que terminan con mis piernas rayadas por sus uñitas, mordeduras en los pies porque tiene un cierto amor por esa parte de mi cuerpo, la comprobación de que ahora mis corpiños ya no están en la ropa sucia sino en su cucha medios despedazados y alguna que otra caca fuera del diario.
El personaje principal de “También esto pasará”, Blanca, señala que los perros se parecen a sus dueños y Ramón tiene muchas cosas mías, tiene los mismos gustos que yo: ama el mango, le encanta la manzana y tolera el kiwi. Disfruta de las caricias del niño de cabellos rubios (el mismo que le mostró que en el parque se puede estar sin correa), la versión recoletanea de Foucault, quien tan amablemente le enseñó lo rico que es el helado.
En fin, Ramón me ha sometido a largas jornadas de desinfección de mis pisos pero me ha permitido sumergirme en un mar de experiencias. Él es mi nueva compañía, el mismo que se altera cuando estoy nerviosa, el que pide de mi comida, quien me hace mimos cuando llegó, el que se asusta si se nos acerca alguien cuando es de noche. Él es lo más parecido a mi por estos días y con el que me siento realmente cómoda. Ojalá muchos más, como yo, se animen a tener un perro como el mio, porque después de todo ellos solo dan amor y no piden nada.
Semilla GALActica
Semilla GALActica
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