(Al lector: Ubicarse mentalmente en uno de esos primeros días, pegajosos, de Febrero)
Un amigo me dijo que mi última entrada había sido desesperanzadora y terminaba con un corazón roto. Tal vez lo era, pero tenemos que saber que las cosas no tan lindas también son parte de la vida.
A pesar de eso, hay otros momentos, instantes que solo queremos que se prolonguen y duren eternamente. Es por eso, por esos instantes, que hoy decidí escribir sobre la amistad. La amistad y el verano (creo que esto último es porque afuera hace 40 grados).
Por los amigos que viajan kilómetros para vernos, los que nos llaman a cualquier hora para saber si estamos bien, los que te abren las puertas de sus casas cuando no tenes donde ir, los que te integran a sus familias, los que hacen 48 horas seguidas de guardia y aun así se hacen tiempo para verte, los que secan tus lagrimas, los amigos que actúan como padres y te retan, por ejemplo, cuando no cambias la cerradura o abrís sin preguntar quién es. En fin, amigos que siempre están y por los que uno también hace cosas.
Este viernes caluroso después de una jornada larga de trabajo, emociones y otras verduras recibo el mensaje esperanzador de una amiga donde se manifiesta un simple “¿Qué haces?”. Inmediatamente contesté, casi sin meditar la respuesta: "Cerveza en plaza serrano" y como si estuviéramos conectadas, ella contestó: “Te iba a decir eso”.
Llegue a casa, me cambie y fui en búsqueda de mi grupo. El clima me sorprendió con lluvia en medio de trayecto. El lugar al que íbamos estaba cerrado ( o en realidad no éramos tan vip como para entrar). Como las chicas llegaron tarde me vi obligada a esperar, en Thames y Gorriti, algo más de veinte minutos debajo de un toldo porque el agua no paraba. Minutos más tarde mis compañeras aparecieron al rescate. El motivo del festejo era el cumple de una de ellas. La noche se prolongó entre caipirinhas y cervezas, nos olvidamos de la lluvia, el viento y el temporal que azotaba Buenos Aires.
Cuando llegue a casa tenía una veintena de mensajes: de mi madre, preguntado cómo me había tratado la lluvia y de las chicas avisando que habían llegado bien. Las mujeres tenemos ese instinto de madre que nos hace desparramar miles de mensajes después de una salida para asegurarnos que todas llegamos bien. Sin duda deberíamos de repreguntarnos el motivo de este comportamiento, pero este no es el momento.
Los días pasaron y me encontraron encerrada estudiando en la Biblioteca con una amiga, es época de finales y nos urge recibirnos. Nuevamente otra jornada calurosa con el mensaje que invitaba a sumergirnos en una noche húmeda en la que ambas terminaríamos con panza de cerveza. Esta vez quien proponía el encuentro era nuestro amigo. Y aquí mi descubrimiento… Este verano he realizado varias visitas al lugar que ha salvado mis noches sin aire acondicionado. El espacio se llama Camping y es la combinación perfecta y hippie a la vez de buena música, alcohol barato, estrellas y la luna cuando sale (algo que garpa mucho en la ciudad). Entonces, no había más destino que este nuevo bar de recoleta.
El fin de la historia siempre suele ser el mismo... una con dolor de panza, otra media mareada del "calor” y el tercer amigo haciendo una revelación: "para amar debemos aceptar la libertad del otro". ¡Como si hacerlo sea igual igual de fácil que el decirlo en estado de ebriedad!.
Esas cosas hacen mágicas las noches de verano en este lugar. Los amigos te sorprenden y te rescatan en una ciudad que constantemente te invita a descubrirla con la seguridad de que no va haber mejor momento que este. Tal vez la ecuación perfecta, o al menos, la que me acerca a la felicidad en este momento sea: Verano + amigos = birra al aire libre.
Semilla GALActica
Semilla GALActica
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